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domingo, 15 de septiembre de 2013

Lagrimón

Corrió sin prestarle atención a sus pies, corrió automáticamente. Tardó menos de un imperceptible minuto en alcanzar la vereda de los jazmines japoneses: era la segunda vez en dos días. Cuando llegó, miro con detenimiento los racimos e inspiró con placer. Arrancó un manojo y se lo llevó a la nariz; en ese momento se lamentó de que su refugio quedara tan lejos.

Agradeció a los dueños de la casa que, sin saberlo, curaban un poco su dolor.

Pensó en las cosas que estaban apretadas dentro de un cajón en su cabeza y trató de abrirlo con todas sus fuerzas. Pensó, olió, corrió y también se detuvo. Algún mal momento salió de su ojo y nadó por el cachete hasta el cuello, y ella lo borró del mapa con la manga del pullover gris.


Llegó a su casa y le puso una flor diminuta en la cabeza a Camila, y pensó ‘que lastima que mi refugio queda tan lejos’.

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