Páginas

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Batallón

Caminé descalza por la vereda de los jazmines, el olor me emborrachó y el calor me mantuvo sumisa. Los diez pesos que tenía en la mano estaban a punto de volar, pero justo a tiempo volví a la tierra. Por un instante quise sentirme viento, luna y tierra; me senté en el medio de la vereda angosta y, medio canté, medio tarareé el estribillo de una canción de fantasmas; toqué el suelo con las manos y me puse una ramita de jazmines en el pelo. Después de que, en un segundo, todos mis problemas pasaran por mi mente, decidí llegar a las papas. 
El chico que me abrió la puerta, morocho, bonito y simpático, me miraba raro. Mientras guardaba las papas en la bolsa de naylon verde, me acordé de las flores que tenía en la cabeza y sonreí. Salí de la verdulería y me saqué las zapatillas azules que me había puesto antes de entrar. El chico me seguía mirando, yo me reí como una idiota, por lo idiota que parecía. Caminé descalza, cantando, por la vereda de esa promoción tan fea.
[...] Héctor me llamó y salí a la puerta para hablar. En patas, y con el teléfono entre los dientes, me senté en la columna a contarle mis penas, y que, a pesar de ellas, la humedad, el calor y la noche tan navidad/verano me hacían conservar el humor. Quise volver a la vereda de los jazmines, el mío se estaba quedando sin olor, pero tenía que cortar las papas.
Entonces le di una ramita a Isabella y le hice repetir: ''Tomá, te doy primavera''.

No hay comentarios: